Así habló
INRI CRISTO:
“Obediente
a mi PADRE, SEÑOR y DIOS, en la condición de Regente de la SOUST, cumplo el
deber de explicitar la realidad sobre el título REY de los Reyes, que pertenece
a Él, el SEÑOR, mi PADRE, para que los hijos de DIOS no pequen en la senda de
los idólatras y de los fariseos, fanáticos obstinados. Es llegada la hora de
ponerse un fin en esa fantasía de que Cristo es DIOS, fruto de las invenciones
de los usurpadores de mi legado místico, que, obedientes al emperador romano
Constantino, acapararon la restante Secta del Nazareno, transformándola en la
Iglesia Católica Apostólica Romana. La palabra Cristo es oriunda del griego y
quiere decir “el ungido”, en el singular, o sea, aquel que fue ungido por DIOS;
y el SEÑOR me ungió una vez más para cumplir mi misión cuando ayunaba en
Santiago de Chile, en 1979. Pero para mejor comprender cómo y por qué se inició
esa creencia equivocada, esa abominable sumisión a los dogmas, es menester
recurrir a los Anales de la Historia, aún en los inicios de la era cristiana.
Aprovechándose de la gran difusión de los cristianos, el emperador Constantino
se apoderó del emergente Cristianismo y lo modificó, adecuándolo al paganismo
vigente. En 325 d.C., en el Concilio de Nicea, fue fundada oficialmente la
Iglesia Católica Apostólica Romana. De entre otras decisiones del Concilio, se
estableció la creencia en la “deidad” de Cristo. Fue más un ambicioso golpe de
habilidad política, un juego de intereses. El objetivo era bien visible:
teniendo la Iglesia como poderoso brazo eclesiástico (cuyo fundador habría sido
el propio DIOS en la Tierra), estaba garantizando la fuerza y unión del Imperio
Romano, respaldada por la ciega sumisión de los fieles súbditos. Y así, más una
vez se queda evidente la malignidad del dogma.
Herederos de la espuria
creencia de que Cristo es DIOS, los fariseos que se dicen creyentes y
evangélicos creen equivocadamente que Jesús es omnipresente, omnisciente y
omnipotente, atribuyendo a mí virtudes que son inherentes únicamente al SEÑOR,
el CREADOR Supremo. PADRE, Hijo y Espíritu Santo son una sólo cosa, pero porque
el PADRE es omnipresente, no yo, ni el Santo Espíritu. Conviene dejar todo eso
bien esclarecido, a fin de diluir cualquier equívoco de los seres humanos en
relación a mi condición aquí en la Tierra. Como evidencia de que yo mismo he
reconocido hace dos mil años que mi PADRE es mi SEÑOR, mayor y superior a mí,
humildemente le dijo en la hora de la crucifixión: “¿PADRE, me abandonaste?” (Mateo c.27 v.46); “PADRE, en tus manos
encomiendo mi espíritu” (Lucas c.23 v.46). Nótese bien, si yo dijo que
entregaba mi espíritu, estaba reconociendo que el PADRE es mayor que yo. En el
bojo de esta afirmación reside, otrosí, la prueba de que yo no fui de carne y
hueso para el cielo, sino en espíritu. Y también decía que el PADRE me envió (“Lo que no honra el Hijo, no honra el
PADRE, que le envió” – Juan c.5 v.23; “Nadie puede venir a mí si el PADRE, que
me envió, no lo atraer” – Juan c.6 v.44; “Yo he venido en nombre de mi PADRE, y
vosotros no me recibís” – Juan c.5 v.43). Mi PADRE y yo somos una sólo cosa
porque Él es omnipresente y se manifiesta a través de mí. Pero cuando me dieron
chicoteadas, cuando escupieron en mi rostro y me humillaron en la hora de la
crucifixión, sentí la ausencia de mi PADRE porque Él, majestuoso, dispensa esas
gentilezas, además de que yo necesitaba pasar por todo aquello a fin de
rescatar el débito karmático, fruto de los pecados que la humanidad hube
cometido desde los inicios, en los tiempos de Adán. Yo volví a este mundo para
instituir el prometido Reino de DIOS, y hasta enseñé a clamar en las oraciones:
“PADRE Nuestro, que estáis en el cielo,
santificado sea vuestro nombre, venga a nosotros vuestro reino...” (Mateo c.6
v.10). Y cuando yo dijo a los discípulos: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis
siervos pelearían por mí. Pero AHORA mi Reino no es de aquí” (Juan c.18 v.36),
ya sabía que cuando retornara tendría la misión de instituir en la Tierra el
Reino de DIOS. Y yo también dijo hace dos mil años: “El reino de DIOS no viene con pompa...” (Lucas c.17 v.20-21), o
sea, el Reino de DIOS no tiene la apariencia de los reinos terrenales. El Reino
de DIOS es un luminoso reino de energías, y se manifiesta a través de señales.
Yo soy el Regente del Reino de DIOS, donde sólo hay un Rey, el REY de los
Reyes, que es el SEÑOR, mi PADRE (Apocalipsis
c.19 v.16). Yo nunca dijo que soy DIOS; soy el Primogénito de DIOS, el
ancestral de la humanidad, el primer mono que caminó erecto, sin cauda. Estoy
perentoriamente a la disposición del SEÑOR, soy el siervo del SEÑOR, volví a
este mundo con la conciencia de no tener libre albedrío únicamente para cumplir
Su santa gana. Él, el ALTÍSIMO, Eterno, Infinito, es el REY de los Reyes y
SEÑOR del Universo, único Ser digno de adoración y veneración. En Belém de
Pará, cuando practiqué el Acto Libertario el 28/02/1982 culminando con el
nacimiento de la SOUST, que se constituye en la formalización del Reino de DIOS
sobre la Tierra, el sacerdote lanzó una silla en mi dirección objetivando me
derribar del altar y, de esa forma, abortar la divina revolución. Sin embargo,
el SEÑOR dijo para apoderarme de la silla y meterla sobre el altar
transformándola en trono*¹, que es el trono del SEÑOR, el trono del REY de los
Reyes (“Después vi un gran trono blanco y
uno que estaba sentado sobre él” – Apocalipsis c.20 v.11). Por eso cada vez
que subo en el altar, invoco el SEÑOR. Y yo no pude mandar hacer el trono, ese
que ahora vosotros vedes aquí en la sede del Reino de DIOS, formalizado por la
SOUST, en Brasilia (la Nueva Jerusalén del Apocalipsis c.21). Obediente a mi
PADRE, tuve que esperar una persona del pueblo procurar la adquisición de la
madera y, inspirada, proceder con la elaboración... pues sólo así usufructúa el
respaldo de la legitimidad. De la misma forma sucedió en relación a la corona.
Recibí la orden del SEÑOR, pero a principio he resistido, me resistí en
usar, consiente de los maledicentes comentarios inevitables; entonces los
cabellos comenzaron a caerse de mi cabeza. Y el SEÑOR me mostró que la
repentina caída de cabellos era una señal, era necesario sí usar la corona de
espinas, al contrario estaría destinado a ostentar una calvicie. Un acto de
burle de mis enemigos que me coronaron de espinas en la víspera de la
crucifixión, satirizando: “¡Salve, Rey de
los Judíos!” (Mateo c.27 v.29) - el SEÑOR usó para legitimar la condición
de REY de los Reyes, por cuenta de la presencia de él, mi PADRE, en mí (“Yo y el PADRE somos un” –Juan c.10 v.30;
“El PADRE está en mí, y yo en el PADRE” – Juan c.10 v.38; “Pero el PADRE, que
está en mí, ese es que hace las obras” – Juan c.14 v.10). Y la coronación
fue perpetrada por ocasión del desfile de andas, cuando yo hablaba al pueblo en
el centro de Curitiba, a mediados de los años 90, y posteriormente el concejal
Mário Celso Cunha*² oficializó públicamente la coronación a través de la media,
poniendo la corona en mi cabeza delante de las cámaras de la TELE Iguazú, canal
4 de Curitiba-Paraná-Brasil.
Flagrante del momento en que Mário Celso Cunha hace
la coronación de INRI CRISTO en la TELE:
Que mi
PADRE, SEÑOR y DIOS os ilumine y os conceda el don de comprender mis palabras.
Que la paz sea con todos”.
Brasilia,
28 de junio de 2009.
*¹ Mire
flagrante de este momento en el libro DESPERTADOR
2ª parte, o en el menú Acto Libertario, de la web www.inricristo.org.br .
*² El
concejal Mário Celso Cunha fue lo mismo que lanzó el Voto de Alabanza por
ocasión de la exposición pública del libro DESPERTADOR, divulgado por el MEPIC
– Movimiento Ecléctico Pro INRI CRISTO.
Mire el documento original
en portugués del Voto de Alabanza:
Clique
en la imagen para alargar.
Quién divulgar este mensaje será agraciado con
bendiciones del cielo.
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