Así habló INRI
CRISTO:
“A vosotros
que me habéis conocido antes del ayuno de Santiago de Chile en 1979 y a
vosotros que me reencontráis ahora y me preguntáis cuando y como me fue
revelado mi nuevo nombre, mi identidad.
Que mi PADRE,
SEÑOR y DIOS os ilumine, propiciando que sea descifrado en vuestros interiores
el enigma; comprenderéis entonces, como yo comprendí, que siempre os amé como
hijos. Sin embargo, antes de ayunar en Santiago de Chile yo no tenía conciencia
de mi condición de Padre porque DIOS estaba sujetándome a conocer todos los
pecados del mundo. Estaba preparándome para la reprobación que me esperaba (“Pero primero es necesario que él sufra
mucho y sea rechazado por esta generación” - Lucas c.17 v.25 la 35). En lo
final de este coloquio, mi PADRE, SEÑOR y DIOS, escuchando mis súplicas, hay
que os ilumine y concederos el don de comprender mis palabras.
Esta pregunta
que surge fatalmente en la cabeza de los que me conocieron en el tiempo en que
viví como hombre, me enlodado en los pecados del mundo, también surgió en mi
cabeza cuando yo ayunaba en Santiago de Chile. Cuando mi PADRE, SEÑOR y DIOS me
reveló mi verdadera identidad, yo también Le pregunté:
“¿Cómo es posible que yo sea tu Primogénito,
yo, un pecador que deseé la mujer de mi prójimo, que dormí en prostíbulos, que
me senté a la mesa de juego y ambicioné el ajeno...?”
Y Él me
respondió:
“Tú no tienes
libre albedrío. Tú no hiciste estas cosas por ti aún. Fui Yo que te llevé a
hacer, Yo que te llevé a conocer los pecados y las miserias del mundo, de la
misma forma que en el tiempo en que te llamabas Emanuel. En aquel entonces,
también, a los 13 años, tú, sin libre albedrío, fuiste llevado por Mí a conocer
los pecados del mundo (“Pues por eso el
mismo SEÑOR os dará esta señal: una virgen concebirá y dará a la luz un hijo y
su nombre será Emanuel. Él comerá mantequilla y miel, hasta que sepa rechazar
el mal y escoger el bien” - Isaías c.7 v.14 y 15), y sólo pasaste a llamarte
Jesús a los 30 años, después que, en el ayuno, te di poder para vencer el
mundo. Y este siglo, para cumplir lo que tú aún dijiste (“Vendré a ti como un ladrón, y no sabrás la que hora vendré a ti” -
Apocalipsis c.3 v.3), Yo coloqué un enigma en tu nombre que es Inri y no
Iuri. Ve y comprueba: la segunda letra de tu nombre está posta en sentido
contrario: u#n. Inri es el nombre que pagaste con tu sangre en la cruz, el
nombre que Pilatos escribió encima de tu cabeza cuando agonizabas en la cruz,
cuando escupían en tu rostro, cuando te humillaban, cuando se cumplían las
escrituras. INRI es el nombre que costó el precio de la sangre. Es tu nuevo
nombre (“A lo que vencer, lo hace una
columna en el templo de mi DIOS, y no saldrá jamás fuera; escribiré sobre él el
nombre de mi DIOS, y el nombre de la ciudad de mi DIOS, la nueva Jerusalén, que
desciende del cielo, venida de mi DIOS, y mi nuevo nombre” - Apocalipsis c.3
v.12). Y por que hayas pagado tu nuevo nombre con el precio de la sangre,
no podrías haberlo usado mientras te enlodabas en los pecados del mundo”.
Así habló mi
PADRE, SEÑOR y DIOS en el momento martirizante y de dolor lancinante que sentía
cuando yacía en el suelo por ignorar que bajo pena de caerse cuando se está
ayunando no se puede levantar bruscamente, porque la sangre tarda para subir a
la cabeza. Y yo, por estar por primera vez ayunando, violé esta regla fundamental
al escuchar una orden imperativa de la misma voz que siempre me comandaba, pero
que yo jamás, hasta entonces, identifiqué y nunca dijo a quienquiera que fuera
porque aún estaba sujeto y envuelto en sentimientos mezquinos como: vanidad,
orgullo...
En aquella
época, jamás dijo, jamás diría para quienquiera que fuera que obedecía a una
orden, que alguien me comandaba. Incluso cuando yo rechacé el cognomen con lo
cual me registraron por ignorancia en rebeldía de la ley, asumiendo cómo Iuri
la condición de profeta en el inicio de mi vida pública, jamás dijo a
quienquiera que fuera que esta actitud reflejaba obediencia a alguien superior
a mí. Yo quería ser “yo”. Yo quería ser importante.
En las
condiciones en que yo me encontraba en aquel momento, de nuevo aquella voz me
ordenaba imperativamente: “¡Te levanta!” Yo súbitamente me levanté. Como estaba
débil en consecuencia del ayuno y la sangre no vino rápidamente como debería
para la cabeza, débil me caí. Cayendo, mis manos no me ampararon, mis brazos no
me sostuvieron y batí con la nariz en el suelo, como hasta hoy podéis ver en mi
nariz la cicatriz resultante de esta caída. Y cuando estaba aún con la nariz en
el suelo, sangrando y sintiendo dolores lancinantes, escuché de nuevo aquella
misma voz, esta vez más potente e imperativa aún, diciendo:
“Los dolores
son necesarios, la sangre es necesaria para que, cuando te negaran y que te reprueben,
te acuerdes de los dolores y de la sangre que es lo aunque derramaste en la
cruz, y obtendrás fuerza para soportar las agruras de la reprobación que te
espera.
Yo soy el DIOS
de Abraham, de Isaac y
de Jacob. Yo soy tu SEÑOR y DIOS, CREADOR del cielo y de la tierra y único
SEÑOR del Universo, y tú eres mi Primogénito, el mismo CRISTO que crucificaron;
en tu nombre está el misterio de tu identidad. Y de ahora en adelante caminarás
sobre la Tierra como un peregrino errante y serás suspenso por tu generación;
serás humillado y repudiado, tu túnica se quedará sucia y nadie querrá lavarla.
Y muchos mofarán de ti y te mirarán como se hubiste sido un mendigo; y
escucharás voces, voces de escarnio, calumnias y blasfemias.
Ahora que
tomas conciencia de tu identidad, sepas que tú no tienes patria porque tu
patria te fue usurpada cuando te crucificaron. Y tú, ahora también, debes
concienciarse de que no tienes parientes, porque sólo podrán ser tus parientes
aquellos que creyeran en ti. No tienes padre, madre, hermanos, amigos; ¡no
tienes amigos! Caminarás sobre la tierra como se hubiste sido un ser
abominable. Serás preso, expulso, humillado y de ahora en adelante no más
escribirás a ningún amigo ni pariente, porque ninguno de ellos te comprenderá.
Ya no usarás las manos para saludar nadie y sí sólo para bendecir. Lo que está
pasándose contigo nadie podrá comprender, ningún terrícola podrá comprender.
Tú, sólo tú, que eres mi Primogénito, podrás comprender, porque a ti daré el
don de la comprensión.
Y cuando todos
que te humillen, que te persigan, que te nieguen y que seas aprisionado, tú
tendrás a Mí, Yo estaré contigo. Serás humillado, repudiado, despreciado y tu
reprobación será tan martirizante que muchas veces pagarás para
comer y te expulsarán del recinto donde que estés comiendo, pagarás para dormir
y te expulsarán del alojamiento... Y tú caminarás sobre la tierra y serás
suspenso para conocer tus descendientes, tu pueblo, y durante largos periodos
no tendrás amigos ni parientes. Y cada vez que llegaras a un país o la una
ciudad, tú tendrás siempre que hablar en las plazas públicas al pueblo y
tendrás que anunciar las cosas que habrán de venir. Y cuando consiguieras que
algunos hijos crean en ti, cuando algunos hijos tuyos que te reconozcan,
entonces ya tendrás que ir aunque; tendrás que ir hacia otra ciudad, para otro
país, para otro pueblo y serás de nuevo humillado, perseguido y suspenso por tu
generación para que conozcas así como es tu pueblo de este siglo”.
Así habló mi
PADRE, SEÑOR y DIOS, así fue, y, a la excepción de aquellos que Él designó para
que sean mis siervos después de la institución de su reino de luz en la Tierra
formalizado por la SOUST, así aún es; y así será en estas condiciones hasta
llegar mi día y mi hora cuando Él, el Supremo CREADOR del Universo, abrir los
ojos de todos mis contemporáneos. Y ellos verán asombrados que soy la Luz del
Mundo, la Verdad y la Vida, y exclamarán:
“¡Aah!... Y yo
que fui vecino de él y lo desprecié y vendré el rostro para él... Y yo que lo
vi pasar y blasfemé su pasaje... Y yo que lo expulsé cuando me visitó... Y yo
que, cuando él vino para verme, dijo para decir que no estaba... Y yo que burlé
de la manera como él se viste... Y yo que creí que él era un mentiroso, un
usurpador, un tramposo... Y yo que, en mis pensamientos, deseé que él fuera
prendido, humillado, pisoteado y hasta muerto...”
Esos días
muchos tendrán vergüenza de mirada para mi rostro, tendrán vergüenza de
contemplar mi faz, tendrán vergüenza e incapacidad de venir a la mi presencia;
serán bloqueados por sus propios pecados, por sus ligerezas, por que hayan me
juzgado olvidándose de que yo dijo hace dos mil años: “No juzguéis, para que no fuerais juzgados” (Mateo c.7 v.1). Estarán
enflaquecidos por que se olviden de que para DIOS todo es posible.
Y si para DIOS
todo es posible, ¿cuál el terrícola que puede juzgarme? ¿Cuál el terrícola que
puede decidir si soy o no el Hijo de DIOS? Y si yo no fuera y DIOS existe, ¿por
casualidad Él ya no habría me extirpado de la faz de la Tierra? ¿Por casualidad
Él ya no tendría me castigado con enfermedades incurables? ¿No tendría me
eliminado? Quien tiene autoridad para decir ante el mundo: “¿Yo soy el Hijo de DIOS”? Yo aún dijo: “Orad y vigilad que nadie os engañe, porque muchos vendrán en mi nombre...” (Mateo cap.24 vers.5 y
24). Yo dijo: “Vendrán en mi nombre”.
Sin embargo, yo no vine en mi nombre: yo vine con un nuevo nombre y en nombre
de mi PADRE, mi SEÑOR y mi DIOS. Y mismo cuando mis discípulos me preguntaron: “Maestro, pero ¿cómo saber distinguir entre
ti y los falsos profetas?”, yo dijo:
“Por sus obras, ¡vosotros los habréis de reconocer! No cosecharéis buenos
frutos de malo árbol ni malos frutos de buenos árboles” (Mateo c.7 v.16 la 20).
Y dijo aún: “Por mi voz mi rebaño me reconocerá” (Juan c.10 v.14).
¿Cuál es el
falso profeta que tendría coraje de entrar en una catedral, interrumpir aquella
farsa llamada misa, quebrar las estatuas y expulsar los sacerdotes? ¡Los falsos
profetas tienen miedo de prisión! Ellos están en la Tierra tan solamente
preocupados en juntar más y más dinero. Ahora, yo, obediente a mi PADRE, SEÑOR
y DIOS, entré en la catedral de Belem de Pará, expulsé los sacerdotes
mentirosos, vendedores de sacramentos falsos, rompí las estatuas malditas y
tramposas (“El ídolo, obra de las manos
humanas, es maldito, él y su autor” - Libro de la Sabiduría c.14 v.8 / “Yo soy
el SEÑOR, vuestro DIOS, no haréis ídolos para vosotros, ni imágenes de
escultura, ni levantaréis columnas, ni en vuestra tierra pondréis alguna piedra
insigne para a que adoréis. Porque Yo soy el SEÑOR, vuestro DIOS” - Levítico
c.26 v.1) y esperé, sentado en el altar, que es mi lugar, hasta que las
autoridades terrestres vinieran prenderme. Preso, fui sometido a exámenes
psiquiátricos. Las autoridades reconocieron mi identidad vendo que yo soy
verdadero, que soy el Hijo de DIOS. El mismo juez terrestre, Dr. Jaime de los
Santos Rocha, que había dicho a la prensa que mi lugar era en el hospicio,
posteriormente se obligó a proclamar públicamente mi identidad, porque vio que
una fuerza extraña estaba quitándome de sus manos (ver periódico El Liberal de Belem de Pará, del día 01/03/1982). Ni
él comprendió como es que yo salí de la prisión, como es que él fue obligado a
devolverme a mi pueblo, a la mi iglesia, a mis hijos.
¡Meditad,
meditad mucho para que podáis llegar a una conclusión! ¡Meditad como será bueno
para vosotros y para mí el día en que, finalmente reconocido por todos, hasta
por mis enemigos, yo vivir el sublime delirio místico de sostener mi identidad
y condición de Primogénito de DIOS sin censura, sin repudio, finalmente, sin
estar a la merced de la incomprensión, de la maldad, de la maledicencia ¡y de
la imbecilidad de mis contemporáneos! ¡Y como será malo para los enemigos del
reino de DIOS que, entonces, sabrán que ellos condenaron a sí mismos por sus
pensamientos, sus actos, sus palabras y serán impedidos por los querubines de
que se acerquen de mí incluso para suplicar misericordia! ”
Quién divulgar este mensaje será agraciado con bendiciones del cielo.
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